Para ello nada mejor que un fragmento de una novela de Tom Sharpe, llamada Reunión Tumultuosa.
Con las novelas de Tom Sharpe la carcajada está asegurada. En esta ocasión utiliza su humor subersivo de costumbre para retratar Sudáfrica (donde vivió hasta que le deportaron a raíz de ésta y otra novela) como un régimen político y policial brutal y a los afrikaneers como retrasados mentales. Para situarnos un poco, el Konstabel y el Luitenant son una especie de cabo y teniente de la Benemérita de allí.
Pero en fin, el Konstabel Els tenía sus virtudes. Era concienzudo, tenía muy buena puntería, y sabía manejar muy bien la máquina de terapia eléctrica que tan buenos resultados había dado en la obtención de confesiones a sospechosos. El Luitenant Verkramp había vuelto con ella de una de sus visitas a Pretoria, y Els había adquirido en seguida un dominio extraordinario de la máquina. En principio, estaba destinada sólo a los sospechosos de delitos políticos, pero las tentativas del Luitenant Verkramp de localizar saboteadores o comunistas en Piemburgo para probar con ellos la máquina habían fracasado tan estrepitosamente, que Els había acabado por detener a un chico nativo al que había agarrado por la mañana muy temprano con una botella de leche en la mano. El hecho de que Els supiera que se trataba del chico que repartía la leche no impidió que el Konstabel comprobase con él la eficacia de la terapia del electrochoque. Tras cinco minutos de tratamiento, el muchacho confesó que había robado la leche, y a los diez minutos admitió haber llevado leche envenenada a cincuenta hogares europeos aquella misma mañana. Cuando Els propuso transferir los apliques del dedo gordo del pie del muchacho al pene, el sospechoso admitió pertenecer al Partido comunista y confesó que había sido adiestrado en envenenamiento lácteo en Pekín. Entonces, el Luitenant Verkramp se confesó satisfecho con el experimento y acusó al chico de la leche de andar por la calle sin pase, de obstaculizar a la policía en el cumplimiento de sus tareas y de ofrecer resistencia a la autoridad, acusaciones por las cuales fue condenado a seis meses de trabajos forzados, tras declarar ante el magistrado que las heridas estaban justificadas, si es que no se las había producido él mismo, en realidad.